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25 de abril de 2024 18:09:09 | Edición impresa | Síguenos en: rss

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La alegría como militancia

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Por José Alejandro Rodríguez

El dedeté anda de fiesta con nasobuco (palabra muy fea para aditamento tan vital). Ese laboratorio de la alegría cumple obedientemente el aislamiento físico, pero se rebela contra el espiritual. Su humor inteligente y tan popular,  que desborda la carcajada ligera y hace pensar, anda por estos días de travesuras y reafirmaciones.

Y no es para menos. A Adán, Laz, Falco y Jape recientemente les fue conferida la Distinción por la Cultura Nacional, que otorga el Ministerio homónimo a personas o instituciones por las contribuciones o aportes realizados al patrimonio de la cultura cubana.

Ellos están que no les cabe un alpiste. Porque esa distinción a tan distinguidos personajes del humor impreso en imágenes y textos, es también a tantos ilustres que les precedieron desde que se fundara el dedeté en 1969 como suplemento de Juventud Rebelde. Y viene a coronar lo que ya esa publicación ha transfundido por las venas de la identidad nacional y la idiosincrasia del cubano.

Ahora ese premio se lo reparten muchos creadores, fundacionales o no, que hicieron del dedeté una catedral del más heterodoxo y vanguardista humorismo gráfico cubano: crítica social, precisamente por su compromiso político, defensa antimperialista de Cuba, humor negro, blanco, verde, y de todos los colores. Excelencia expresiva y rupturas con el tradicional choteo cubano.

Como los muertos van alante, y la gritería detrás, en primera fila de la rumbantela ingeniosa, con la bandera cubana en alto disfrutan la distinción aquellos iniciáticos como Juan Padrón montado en el caballo con Elpidio Valdés, Virgilio, Tomy, Ardión, René, Janer y Lázaro Fernández. Le siguen en el paso más chévere de la conga Manuel, Ares, Torres, Ajubel, Carlucho, Martirena, Hernán H, Abela y los hermanos de Melaíto, Ilse Bulit, Teijeiro, F. Mond& y tantos otros que dejaron su huella en ese mural de las rendijas humanas.

Es una distinción no solo a la agudeza y la gracia, si no a la persistencia y la irreductibilidad de un proyecto que, con tantos palos que le dio la vida en el período especial, adaptó los sueños hasta ceñirse en la contraportada de Juventud Rebelde, pero no dejó de reírse y de satirizar e ironizar con fé en un mundo mejor.

La alegría es una militancia de la vida. Y esos amotinados contra el aburrimiento y la mediocridad no van a parar, hasta recuperar las páginas y tiradas que hicieron historia en el cubanísimo don de reírnos de nosotros mismos.

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