¿Soy un perdedor?
¿Es un perdedor el que pierde cosas? Lo digo porque soy consciente de que más de alguna vez he perdido la vergüenza, he perdido la paciencia, he perdido los estribos, he perdido una discusión, etcétera. Pero es lo de menos. En mi caso no da ni para arrepentirse. Tampoco me refiero a perder la cartera, los anteojos, las llaves, dinero y esas cosas, incluso perder el avión, el tren, el turno al médico, etcétera, que aunque molesta mucho la pérdida, pasa (son recuperables).
La pérdida que me provoca esta reflexión es más& ¿cómo podría explicarlo? Es más íntima, privativa, propia, exclusiva, es parte esencial de uno mismo.
Por ejemplo, perder una muela, como me acaba de suceder recién.
Duele, no solo por el acto de sacarla, sino porque es algo que nació en mí, me acompañó tantos años, colaboró con mi alimentación, ¡mire usted lo cerca e importante que fue para mí!
Y ahí estaba yo, boquiabierto, contemplando cómo la dentista la extraía y sin mirarla, la lanzó, algo ensangrentada, a un recipiente metálico. Escuché el sonido triste cuando cayó. Y ahí quedó como un objeto inservible, vano y& adiós, jamás sabré de ella.
Me dio pena, lo confieso. No deseaba ser un frío oportunista deshumanizado. No sentía algo similar desde que me sacaron la vesícula. Y antes un quiste sebáceo, la apéndice y un orzuelo.
Entre paréntesis, no me sucede nunca cuando pierdo un pelo o una uña, y menos cuando pierdo mucosidad, sudor, cerilla, saliva, orina y esas cosas. Me duele, porque también son partes de uno que perdemos; sin embargo, no le damos mayor significación. Debe ser que con el tiempo nos ponemos más insensibles.
Resumiendo, sí, soy un perdedor, como el resto de la Humanidad.
Aunque me comprometo a hacer todo lo posible por no perder nada más, ni siquiera perder la vida.
(Perdón, me acabo de dar cuenta que no han pasado ni dos segundos y ya incumplí la promesa: con este texto acabo de perder el tiempo).
Pepe Pelayo
pepepelayo.com