¿Peludo o pelado?
SOY un hombre muy velludo, de esos que llaman osos.
Tengo pelos hasta en la planta de los pies& Mejor
empiezo diciéndoles que yo era un hombre casado, con
hijos, un empleo. Hacía lo que me gustaba y si tenía
algunas insatisfacciones con la vida las compensaba
pensando que había mucha gente con más problemas
que yo. Mi esposa, sin ser una Afrodita, se conservaba
bien, y sobre todo me amaba. Decía que yo era su peluche&
Ya saben por qué.
Amalia sí es una Afrodita. Describirla me afectaría
mucho emocionalmente. Resumiré diciendo que no le
falta ni le sobra nada. Quizá no tiene la madurez necesaria,
pero yo no la quería para batido. Desde el primer
momento en que comenzó a trabajar en mi oficina me
llenó los ojos, la mente, la esperanza& y me vació el
bolsillo complaciéndola en todos sus antojos. No me
quejo, porque al final me llevé el gato al agua, literalmente.
Alquilé una casa en la playa para dos, y allí
alcancé el sueño que me tenía perturbado en los últimos
meses.
Comenzamos una relación extramatrimonial, mejor
dicho, comencé, porque solo yo era casado, si no
hubiéramos sido felices los cuatro, como la canción.
Aunque en realidad solo éramos felices ella y yo. Mi
esposa no sabía nada.
Amalia y yo nos llevábamos bien. Coincidíamos en
muchas cosas, a pesar de una pequeña diferencia de
edad entre ambos. Apenas cinco lustros& Sí, está
bien, 25 años&, pero todo marchaba bien hasta un día
en que sugirió me depilara un poco: «Tanto pelo es antihigiénico
», aseguró. Yo la rebatí diciéndole que si el
hombre y la mujer tenían pelo en algunas partes del
cuerpo, de forma natural, es porque eran necesarios y
alguna función cumplían, más allá de la estética y la
limpieza. Ella me conoció así, por lo tanto, no entendía
a qué se debía el cambio ahora. ¡La abundancia de
cabello es una muestra de masculinidad!, sentencié
sin apenas pensarlo. Ella solo comentó: «No creo que
tú seas mucho más masculino que Bruce Willis o Vin
Diesel». Recogió su ropa, se vistió y se fue.
Dejamos de vernos por varios días. A veces la divisaba
en los pasillos de la empresa hablando con algún
joven calvo. Aquello me llenaba de ira y estupor. La cité
para un encuentro fortuito con intención de buscar un
arreglo. Solo me afeitaría algunas partes no visibles,
fue lo acordado, y sellamos el pacto entregándonos al
amor «limpios» como el desierto.
Esa misma noche, durmiendo al lado de mi esposa
comprendí la magnitud del error que había cometido:
¿Cómo le explico a mi cónyuge, cuando exija su derecho,
que su querido peluche estaba despeluchado?
Un amigo actor fue el que me dio la solución: «Haz
como en el teatro, la tele y el cine, cuando te haga falta
pelo, te lo pegas, luego lo despegas con cold cream». El
mismo me consiguió los materiales y todo funcionó bien
al principio. Luego mi amigo se fue de viaje y no tenía quien
me consiguiera la materia prima y en algún que otro
momento tuve que suplir con felpa y baje. Cuando estaba
con mi esposa apagaba la luz para enmascarar un poco
«los efectos especiales» en mi piel.
El final fue desastroso. Mi esposa me sorprendió en
plena acción de «maquillaje». Tuve que contarle toda la verdad.
Amalia se fue de la empresa con un joven calvo y yo
ahora estoy en una sala de cuidados intensivos sufriendo
una dermatitis severa. Nunca antes sirvió de mejor