Un tipo llamado Montos
TENÍA siete años cuando vio por primera vez una revista de
historietas. Para esa fecha ya le apasionaba dibujar, y aquellas
tiras lo atraparon. Desde entonces supo que quería ser
dibujante.
Coleccionaba las revistas Cómicos y Pablo. Daba igual
que estas recrearan historias reales o fantásticas; de cualquier
manera prefería esas páginas, donde predominaban
las imágenes. Su hiperactividad no le permitía pasarse
horas ante un libro de cuentos. En cambio, leer aquellos
globos e imaginar lo que decían los rostros y gestos de los
personajes, descifrar dónde y cuándo ocurría la escena&
fue, y es, su pasatiempo.
La madre, María Elena Montpeller, estomatóloga de profesión,
se propuso que su hijo materializara sus sueños.
Fue ella quien, primero, contactó al caricaturista Ramsés
Morales, por aquella época diseñador del periódico espirituano
Escambray. Y fue así que el trinitario se convirtió en
mentor de Osvaldito.
A finales de 1999, cuando cursaba el noveno grado,
Ramsés lo invitó a colaborar en La anguila cerrera, un fanzine*
dedicado al nuevo milenio, con tirada de 300 ejemplares
y que solo circuló en Trinidad.
«Mi historieta trataba sobre Hércules y los 12 trabajos,
de los cuales el más importante era llegar al 2000», recuerda
Montos.
En el 2001 madre e hijo viajaron de Sancti Spíritus a La
Habana y de la capital a San Antonio de los Baños, con el
propósito de asistir a la Bienal Internacional del Humor de
esa localidad artemiseña. En esa ocasión también fueron
al encuentro de Orestes Suárez, gran historietista al que
admira su hijo. Aquel encuentro fue el inicio de una relación
que se mantiene.
«Dentro del catálogo de dibujantes de la revista Cómico
fue Orestes quien más me marcó. Todavía hoy se puede
notar su influencia en la manera de entintar mis dibujos, en
la búsqueda por recrear las sombras, y en la concepción
semirrealista de los personajes», asegura Montos.
Osvaldo se hizo técnico en electrónica, especialidad que
nunca ha ejercido. Según cuenta, al graduarse comenzó a
trabajar como diseñador gráfico en Ediciones Luminarias.
Luego de dos años en esa editorial pasó al periódico
Escambray. Es en junio de 2006 cuando debuta en la prensa,
iniciando su primer trabajo como caricaturista editorial.
No podía firmar sus historietas y caricaturas como
Osvaldo porque varios colegas tienen su nombre. Tampoco
Pestana porque en Sancti Spíritus, la ciudad donde reside
desde los cuatro días de nacido, el pintor Félix Pestana firmaba
sus obras así. Montpeller, apellido materno, le resultaba
complicado; de ahí que tomó una parte de este y con
la primera sílaba de su nombre nació: Montos.
En el libro Historia de la caricatura en Cuba, de Ares y
Jape (Arístides Hernández y Jorge Alberto Piñero, respectivamente),
los autores lo incluyen en la lista de nuevos valores,
calificándolo de descollante historietista. Precisamente
es este género del humor gráfico su preferido, y en representación
de los jóvenes historietistas de Cuba viajó en
febrero último a Orlando, Florida, para participar en el evento
internacional Megacon.
Monto nos confiesa que trabaja por «encargo»,al no considerarse
un buen guionista. El «pedido» explica a
esta reportera limita la libertad de creación, pues
«muchos escritores tienen bien delimitado el número
de cuadros y tipos de planos que quieren». Por tal
motivo, se siente más cómodo al trabajar con autores
como Fermín Vega, quien también es dibujante y le
confiere a sus textos una perspectiva más plástica.
El binomio creativo con Fermín ha sido exitoso.
Juntos ganaron los premios del concurso de historietas
Caimán a cuadros, convocado por El Caimán
Barbudo en 2010.
Sobre su vida privada nos confiesa que lo suyo
es «hacer muñequitos» y que la economía del hogar
es cosa de Pilar, su esposa y futura licenciada
en Contabilidad. ¿Sus bebés? Por el momento solo
son bocetos.