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20 de febrero de 2025 14:25:09 | Edición impresa | Síguenos en: rss

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¡A mí me gusta, compay!

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Por Jorge Alberto Piñero (JAPE)

A Eduardo lo conocí hace muchos años en Holguín, en unas Romerías de Mayo. Eduardo y Ernesto formaban el dúo Postrova, que había nacido en Santiago de Cuba. Fue un año en que también coincidieron en el reconocido evento convocado por la AHS el grupo AHS y el entonces incipiente, pero muy profesional, proyecto de Liz Alfonso y su cuerpo de baile español. Luego de los largos días de actividades, invariablemente venía la descarga en el lobby del hotel, la piscina, el parque& donde nos atrapara la noche profunda y el inagotable entusiasmo.

¡Qué jóvenes éramos entonces!, diría el poeta. A pesar de los pocos años, fundimos una gran amistad basada en el deseo de hacer buen arte, de mirar más allá de los problemas y pensar que la vida es un regalo, y que siempre sonreír es la mejor manera de dar gracias a la vida.

Eduardo Sosa nunca dejaba de sonreír. Fueron pasando los años y aquel joven risueño de tamaña voz, de sincera pasión por la trova y por su terruño, se fue convirtiendo en el gran trovador que siempre estaba dispuesto a salir, guitarra en ristre, a dónde fuera necesaria su alegría y su contagiosa rima guarachera o algunas de aquellas geniales canciones de la trova tradicional, que para mí será la trova de siempre.

Fue un gran amigo que se hizo habitual en la Redacción de Juventud Rebelde, en el dedeté y en los eventos de los humoristas gráficos. Cuando coincidíamos, además de las canciones, no faltaban las anécdotas, las risas, los planes para el futuro inmediato. Aunque estaba lleno de trabajo y mil compromisos, nunca decía que no, y nos convencía de que sí se podía hacer y que todo iba a salir bien.

Creo que la última vez que nos vimos fue en La Pérgola del Pabellón Cuba, en el cumpleaños de nuestro amigo común Silvio Alejandro Rodríguez. Una vez más le pedí el tema A mí me gusta, compay, y una vez más nos complació a todos con su manera particular de cantar las guarachas, al estilo de los grandes maestros del género, y en su estilo propio.

Eduardo, querido e inolvidable amigo, mientras escribo estas líneas muchas voces se hacen eco del dolor por tu partida. Muchos corazones laten llenos de tristeza, muchos cubanos te lloran conscientes de que, aunque ya no estás con nosotros, nunca te irás.