Héctor Zumbado, el tipo que logró enlatar el sol.
Él era de esa gente que creía en los tangos, un tipo de cuidado amante del Benny, de la pelota, en fin, de lo cubano. A lo mejor su fe en el dado lo llevó a elaborar las más simpáticas crónicas publicadas en revistas, periódicos y ediciones de libros que pasan, no sin cierto deterioro, de mano en mano para recordar en algunos casos y descubrir en otros cómo éramos hace algunos años, antesala de lo que hoy somos. Quizás su amor por Cuba le añejó esa sonrisa casi imborrable creyendo en las posibilidades aunque vinieran en el lomo de Rocinante, por eso con su latica bajo el brazo salió por la vida a convencer de la necesidad del mejoramiento social que reveló a través de la sátira con un estilo que muchos hicieron suyo por su contundencia; tal es su contribución que en los ochenta se convirtió en el autor más representado en el humor escénico, no sólo con sus monólogos inmortalizados, en su mayoría, por el maestro Carlos Ruíz de la Tejera, sino también por su gran contribución, poco mencionada por cierto, al desarrollo del Conjunto Nacional de Espectáculos y muy especialmente a la obra de Alejandro García Virulo.
Este tipo no escapó del premio nacional del humor, ni de las constantes visitas a su obra recogida ya en varias antologías como la realizada por Antonio Berazaín en Un zoom a Zumbado, ni a las plegarias que se le han rogado acusándolo de ser el responsable por la ausencia de la croqueta, el café coñado, el antipan o la transformación de ese monstruo rodante y Kafkiano de las Antillas muy utilizado como transporte urbano llamado güagüa.¡oiga, a este tipo le zumbaba&! qué clase de gozador, incapaz de caminar por la orilla de la playa porque le gustaba el azul que hay en lo hondo y yo sé que no fue necesario, pero estoy seguro que si se hubiese tenido que ir hasta Santiago a pie, se hubiese llevado una buena tumbadora.
Por eso hoy que ya este tipo no está, nos invade la tristeza, no la que nos hace colgarnos de la cortina, no, la otra, la que provoca saber que se nos van los que queremos y sólo es compatible con el suspiro irrecuperable que se exhala por no poder contener más la respiración pero, si pudieras, quisieras retener para no perderlo porque lo sientes muy tuyo, como la vida misma. Eso sentimos los que aprendimos a querer a este tipo,aún cuando no estuviésemos en su más cercano círculo, aún cuando no nos hubiésemos visto nunca. Al tal Zumbado, el humor cubano, el periodismo y la cultura toda le deben la sonrisa, la reflexión, la agudeza y el tino para ir de lo culto a lo popular sin concesiones, con sabrosura e inteligencia. Nada escapó a su mirada cubanísima mezclándose disímiles temáticas en la frescura de una Limonada o en el enjundioso sabor de unas Prosas en ajiaco; nadie comprendió la cotidianidad como este tipo, por eso, como él nadie pudo reflejarla. Desde hoy la nostalgia envolverá a los güagüanautas y a los burócratas que junto a otros personajes seguirán polulando entre nosotros, cuidándose de los que se quedan pensando en el Quijote,asombrados porque de aquella latica chiquitica legada por este tipo, lentamente, empieza a amanecer.