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Las «cosas» al modo de Adigio

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Adigio en la galería Pancho Vázquez de Juventud Rebelde. año 2007. Foto: Calixto N. Llanes Vila
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Por Julieta García Ríos

Adigio Benítez Jimeno (Santiago de Cuba, 26 de enero de 1924-La Habana, 8 de mayo de 2013)

Confieso que fue Adigio Benítez de esos seres a quien deseé entrevistar. Lo vi de cerca en varias exposiciones relacionadas con la caricatura. Me gustaba contemplar su elegancia en el vestir, sus ademanes de lord y, al propio tiempo, su sencillez. Tuve la impresión de que no quería hacerse notar, que evitaba atraer la atención de los medios de prensa, esos en los que dejó huellas perdurables en tiempos de la dictadura batistiana y luego en la Revolución. En más de una ocasión intercambiamos saludos, y su voz baja, pausada, me transmitió una paz que no quise perturbar.

El pasado 8 de mayo los noticiarios anunciaron la triste noticia de su fallecimiento. Las crónicas se referían al fecundo artista, al poeta, al maestro que dedicó más de 25 años a la docencia, primero como integrante del claustro fundador de la Escuela Nacional de Arte y luego como profesor de pintura en el Instituto Superior de Arte& En su funeral, la doctora María Dolores Ortiz advertía que su condición de revolucionario lo acompañó desde los días en que militó en el Partido Socialista Popular (PSP).

Y uno se pregunta: ¿cómo fue este hombre en la cotidianidad?

La gentileza de sus hijas habla del padre que educó con el ejemplo. Por sus palabras se intuye que era un hombre metódico y que vivió sin excesos. Que cuidaba de su alimentación. No fumaba; bebía muy poco. El aroma del café se esparce por el hogar; pero el pintor no se deja tentar, lo bebe con mesura.

El porqué de su extensa obra quizá lo explique esa manía suya de dibujar y pintar a diario, burlando los horarios convencionales. Cerca de las tres de la madrugada despertaba a trabajar. Dormía una siesta corta para reponerse y a las siete estaba en pie. Después del desayuno, creaba. El almuerzo y el Noticiero del mediodía interrumpían la faena. Luego de otra siesta volvía al encuentro con sus pinceles, creyones o plumilla. La mayor parte del tiempo trabajaba en su estudio. Alternaba entre la mesa de dibujo o el caballete, en dependencia del soporte y la dimensión de la obra. En ocasiones se le veía sentado a la mesa del comedor cual colegial que hace sus tareas.

CARICATURA MILITANTE

Corría el año 1943 cuando el joven Adigio ingresaba en la Academia de Artes Plásticas San Alejandro. Para entonces ya militaba en el Partido Socialista Popular. Colaboraba con el periódico local de Santiago de las Vegas Voz del Pueblo y también con el magazine Mella, de los jóvenes comunistas. Se graduó en 1949.

Recién salido de la Academia no pudo pintar y aún tardó unos años para enfrentarse al lienzo. Entonces siente la necesidad de desarrollar una tarea militante y revolucionaria que hasta ese momento solo alcanzaba a expresarla mediante la caricatura y el dibujo.

En Noticias de Hoy, órgano del Partido Socialista Popular, dejó su impronta. Allí trabajó como dibujante y caricaturista editorial desde 1950 a 1953, en que el periódico fue clausurado por el Gobierno de Fulgencio Batista. Luego publicaría en Carta Semanal, vocero del PSP en la clandestinidad. Sus editoriales se caracterizan por la síntesis, rara vez utiliza texto.

Unas veces empleaba tinta y otras creyón, con un efecto de sombreado. Esos dibujos tenían la influencia de Horacio Rodríguez Suriá, destacado caricaturista cubano a quien consideró su maestro, así como de Gropper y Ellis, dibujantes de la prensa progresista norteamericana. Así lo refiere Surnai Benítez, especialista en Artes Plásticas e hija mayor del pintor-poeta.

Por iniciativa del Partido Socialista Popular son compilados en 1952 sus dibujos de prensa. Con prólogo de Juan Marinello se publica su libro Dibujos por la Paz, la Democracia y la Liberación Nacional. El ejemplar fue vendido para sufragar los gastos de la delegación cubana asistente al Congreso por la Paz celebrado en Viena.

La comitiva estaba integrada por el propio Adigio, Juan Marinello,  Nicolás Guillén, Leonel Soto, entre otros. Por invitación de delegados amigos visitan la Unión Soviética de regreso a Cuba.

Al entrar a La Habana quedan fichados por el Buró Represivo de Actividades Comunistas (BRAC). Se desata así una etapa marcada por la persecución y el asedio. El pintor pasa la mayor parte del tiempo en la clandestinidad.

Para no ser descubierto adopta seudónimos para firmar sus caricaturas. Es así que en la prensa aparecen los «dibujantes»: Ximeno, Abejota, Dual del Campo, Damián (Hoy), El mambí (Carta Semanal).

Es en el período de 1952 a 1959 que realiza sus primeros cuadros al óleo, de un profundo contenido social. Los obreros y los pobres son sus protagonistas. También de esta etapa son los retratos de los líderes estudiantiles Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena, y el del líder de los azucareros, Jesús Menéndez.

Este último cuadro tiene su historia. Cierta vez, por agosto de 1958, los agentes del BRAC allanaron su hogar en la calle OFarril No. 156 entre Saco y Luz Caballero en la Víbora en busca de elementos que lo responsabilizaran como el dibujante de Carta Semanal. En la pared de la casa colgaba un cuadro y los agentes cargaron con este. Se trataba de dos hombres (uno blanco y otro negro) que conversaban en el interior de una guagua. Debajo de esa pintura Adigio escondía el retrato a Jesús Menéndez. Afortunadamente, los sicarios nunca lo supieron, otra hubiese sido su suerte.

Papirotes

Inspirado en la técnica del origami el maestro creó un estilo propio.

En entrevista concedida a Opus Habana comentó que cuando niño, alguna que otra vez, confeccionó objetos basados en el arte japonés de plegar el papel. «La papiroflexia es una necesidad para mí, pero únicamente desde la pintura y el dibujo. Con mi arte busco un enmascaramiento de la realidad; persigo ver las cosas a mi modo».

Siendo dibujante del periódico Granma nacieron sus papirotes. Los hacía en su tiempo de ocio cuando «&quería jugar un poco con la fantasía. Eran dibujos hechos en una cuartilla de papel gaceta de periódico, y luego los copiaba a plumilla y tinta china para una cartulina».

Con el título Papiros de La Habana fueron expuestos en diciembre de 1968 los primeros papirotes, en la galería La Rampa del Hotel Habana Libre.

Benítez Aranda:

Institución de amor

Leal a sus principios fue el maestro. Consecuente con sus ideales revolucionarios y con el amor.

Siendo muy joven conoció a Melba Aranda. La joven lo cautivó. Él sintió que aquel sentimiento era profundo, tanto como para echar raíces: Surnai, Suridia y Surelis.

Siento curiosidad por los nombres y la mayor de ellas despeja la duda: «Estando mi mamá embarazada de mí, él leyó un libro sobre la India. En uno de los pasajes decía: canta como un surnai que no es más que un instrumento musical similar a la flauta. A partir de mi nombre inventó el de mis hermanas».

Ser original para nombrar a sus hijos se hizo una tradición familiar. Cuenta Surnai que su abuelo paterno tenía ideas muy progresistas, había sido fundador del primer partido marxista-leninista de Cuba, y al nacer sus hijos se negaba a ponerles los ya tradicionales nombres cristianos; por eso escogió para ellos: Adigio, Enio y Selene.

La imagen del pintor vuelve a mí. No es alto pero una siente que es grande, su grandeza es interior, y hoy cuando no está y converso con sus hijas para acercarme a él, encuentro en ellas la misma sencillez y amabilidad que lo caracterizó. 

Entonces me alegra saber que Adigio también fue maestro en el difícil arte de educar.