Machismo y chicharrones
Han sido estos primeros días del nuevo año, inolvidables momentos que hemos compartido con familiares y amigos. Lo destaco porque es importante sumar cada minuto en que las palabras familia y amigos ocupan un lugar preponderante. Creo que, en esta comunión entre progenies y el empoderamiento de la mujer en nuestra sociedad, está la esencia del futuro luminoso. Sobre su experiencia familiar de estos días, Floro comenta:
«Estimado JAPE, puedo asegurarte que han sido de suma felicidad los días que he pasado con mi familia, más allá de nuestro pequeño núcleo, pues recibimos la visita de suegros, abuelos y otros parientes de todas las generaciones. Fue muy lindo ver cómo varios de los componentes de los Reyes-Castillo, hacían química especial y compartíamos lo mucho y lo poco. No creo que haga falta entrar en detalles de qué fuera lo mucho y lo poco cuando de compendio espiritual y material se trata. La suma de todo el amor compensaba los déficits y algunas ausencias.
«Puedo asegurarte que fui feliz, por utópica que pueda parecer esa palabra en estos tiempos. Solo hubo algo que me chocó por momentos y que sin dudas resulta sorprendente ahora que tanto hablamos y necesitamos de la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer como pieza imprescindible en el buen desarrollo de la familia. Cualquier duda leer el recién estrenado Código de las Familias.
«Resulta que en aras de ayudar a mi esposa Elena, y a mi suegra, en los quehaceres que este tipo de reunión ocupa, en varias ocasiones ofrecí mis servicios, y de manera muy disimulada (que no noté al principio) siempre fui rechazado. Por ejemplo: Me brindé a pelar los plátanos y me dijeron a modo de broma: No, que después no sabremos si son tostones con cáscara o cáscara con tostones. Después quise escoger el arroz y con cierta sonrisa socarrona me negaron el placer de ayudar. Cuando decidí freír los chicharrones un grito frenó mi disposición: ¡Ni loca, que después hace falta un saco de detergente!. Nunca entendí la relación chicharrones-detergente, sin embargo, como de detergente se trataba pensé que estaban insinuando que yo lo que debía era fregar. Comencé la tarea con algunos tarecos que ya estaban sucios y bien había terminado, Elena, con mucha dulzura, regresó todo al fregadero y me dijo: Amor, por qué no te vas a la sala a tomarte una cervecita con tu suegro. Lo que realmente me dolió fue que cuando me iba retirando a la sala escuché a mi suegra como le decía a mi esposa: ¡Nunca he soportado a los hombres en la cocina!.
«Sería muy injusto si no digo que todo quedó exquisito. Sin embargo, me hubiera gustado participar y ayudar en la confección del modesto, pero delicioso banquete. Y mi pregunta es, querido JAPE: ¿De eso se trata el empoderamiento de la mujer? ¿Cómo habrá igualdad entonces?».
Preciado cofrade, estás transtrocando terminologías, pero en algo tienes razón: No podríamos hablar de verdadera igualdad si no compartimos y confiamos las tareas. No solo las del hogar. Porque al igual que muchas mujeres, que abogan por la equidad de género, en ocasiones reprimen a los hombres por sus ineficiencias y pereza ante las mal llamadas «tareas de mujeres», también hay hombres que presumen de paladines de la igualdad, y jamás darían el timón de su auto a una mujer, por solo citar un ejemplo.
Es como cuando no somos homofóbicos, pero no toleramos a un hijo gay; o cuando decimos no ser racistas, pero no quisiéramos que nuestra rubia princesita nos regalara un yerno morenito. Todavía queda mucho camino que transitar en estos temas, no obstante, ya estamos dando pasos significativos para que la familia y la igualdad aseguren una vida plena. Dicho sea de paso: ¡Floro!, ¿de dónde sacaste los chicharrones?