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10 de agosto de 2025 23:01:26 | Edición impresa | Síguenos en: rss

La Columna

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A la escuela hay que llegar puntual.

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Por Jorge Alberto Piñero (JAPE)

 "Como cambian los tiempos, Venancio, que te parece..."

Dúo Los Compadres

 

ESTA carta de Floro me ha hecho recordar muchas cosas.

Lo primero que hice fue tararear la cancioncilla que acompañaba

un animado que pasaban por la tele convocando a

los más pequeños a ir temprano a su centro de estudios:

«A la escuela hay que llegar puntual, todo el año hay que llegar

puntual, desde prescolar a sexto, siempre puntual».

«La puntualidad, para el mejor aprovechamiento docente,

era una de las cosas que más importaba comenta mi

amigo Floro. Ahora, al parecer, hay cosas más importantes.

Lo digo porque durante esta semana he visto a Pablo,

uno de mis vecinitos, preparar las cosas para su primer día

de clases en el cuarto grado. Amigo JAPE, ¡me he quedado

estupefacto! ¡Antes no era así! Recuerdo que cuando cursaba

la educación primaria, lo único que había que llevar al

aula era un lápiz y una libreta para anotar los nuevos horarios,

los nombres de los profesores y algunas indicaciones

necesarias para hacer más efectivo el plan de estudio. No

le miento si le digo que cursé varios años con zapatos colegiales

corte bajo o botas Centauro, o incluso con aquellos

llamados «Kiko plástico». Había múltiples calzados, la

mayoría, aunque no lo eran, parecían ortopédicos, pero nunca

nadie se preocupó por eso y mucho menos si eran de

tal o más cual marca. Eso sí, tenían que estar lustrados,

limpios como el uniforme y la pañoleta. Días después,

cuando nos entregaban los libros, (que no eran tantos

como ahora, parece que el saber se ha ido acumulando con

el tiempo) los echábamos en maletines, carpetas y hasta

coloridas jabas que nuestras madres y abuelas tejían al

efecto. El pomo de agua solía ser cualquier envase fresco

y eficaz, siempre que no fuera de cristal. Un sacapuntas,

una regla graduada en centímetros, cartabones, algún compás

y la goma de borrar solían ser las herramientas adicionales,

que no todos teníamos, pero que sabíamos compartir.

La mayor alegría era sacar buenas notas.

«No sabía, me acabo de enterar por mi pequeño vecino,

que todo esto ha cambiado. Hay cosas fundamentales,

más allá del uniforme, la pañoleta, el lápiz, la libreta& Primero:

¡Hay que tener una buena mochila! No de esas de

hule que se rompen a los dos días. Debe ser grande, bien

fuerte, si tiene rueditas mejor y además que tenga alguna

figura fosforescente de los personajes íconos de los audiovisuales

infantiles. Los zapatos deben frisar con los modelos

y las marcas más actuales, no importa si no combinan

con el uniforme. Algunos con luces incluidas, supongo que

por si se va la luz en el aula. También existen marcas,

modelos y diferentes soportes para mantener la temperatura

en los «futuristas» pomos de agua. Si a todo esto puedes

adicionar una espectacular calculadora, un iPhone o un

tablet del tamaño de una tabla de planchar, entonces sí

dejas a todos boquiabiertos& no importa si después no

apruebas ninguna asignatura o te descubres como un verdadero

«tronco de yuca». Aun así, seguirás siendo el chico

o la chica más espectacular del aula. ¿Qué le parece amigo

JAPE?».

Amigo Floro, aunque lo que apuntas no se cumple de

manera general para todos los niños, no dejo de reconocer

que he visto a pequeños acudir a la escuela con una estampa

que más parecen escaladores turísticos que pioneros.

Lamentablemente son muchos los padres que se montan

en esta cuerda consumista. Tengo una vecina que ya se ha

gastado más de 50 CUC y todavía su hijo no ha participado

del primer matutino escolar. En las tiendas los precios

de estos implementos suelen ser altos. Quizá alguien piense

que son un lujo cuando en realidad forman parte de la

vida que también se moderniza y toma otros matices lejanos

a nuestra infancia. A los nuevos modelos de pensamiento

y desarrollo tampoco se les puede virar la espalda.

No me imagino qué hubiera logrado Aristóteles de tener a

mano un iPhone 6 o un PC I7 de sexta generación, con

memoria DDR 4. Probablemente nada, por no tener electricidad.

No se trata de botar el viejo ábaco y las antiguas

fórmulas de enseñanza. Durante todos los tiempos, y amén

del desarrollo técnico y mercantil, el saber, el conocimiento,

sigue siendo lo fundamental.