A la escuela hay que llegar puntual.
"Como cambian los tiempos, Venancio, que te parece..."
Dúo Los Compadres
ESTA carta de Floro me ha hecho recordar muchas cosas.
Lo primero que hice fue tararear la cancioncilla que acompañaba
un animado que pasaban por la tele convocando a
los más pequeños a ir temprano a su centro de estudios:
«A la escuela hay que llegar puntual, todo el año hay que llegar
puntual, desde prescolar a sexto, siempre puntual».
«La puntualidad, para el mejor aprovechamiento docente,
era una de las cosas que más importaba comenta mi
amigo Floro. Ahora, al parecer, hay cosas más importantes.
Lo digo porque durante esta semana he visto a Pablo,
uno de mis vecinitos, preparar las cosas para su primer día
de clases en el cuarto grado. Amigo JAPE, ¡me he quedado
estupefacto! ¡Antes no era así! Recuerdo que cuando cursaba
la educación primaria, lo único que había que llevar al
aula era un lápiz y una libreta para anotar los nuevos horarios,
los nombres de los profesores y algunas indicaciones
necesarias para hacer más efectivo el plan de estudio. No
le miento si le digo que cursé varios años con zapatos colegiales
corte bajo o botas Centauro, o incluso con aquellos
llamados «Kiko plástico». Había múltiples calzados, la
mayoría, aunque no lo eran, parecían ortopédicos, pero nunca
nadie se preocupó por eso y mucho menos si eran de
tal o más cual marca. Eso sí, tenían que estar lustrados,
limpios como el uniforme y la pañoleta. Días después,
cuando nos entregaban los libros, (que no eran tantos
como ahora, parece que el saber se ha ido acumulando con
el tiempo) los echábamos en maletines, carpetas y hasta
coloridas jabas que nuestras madres y abuelas tejían al
efecto. El pomo de agua solía ser cualquier envase fresco
y eficaz, siempre que no fuera de cristal. Un sacapuntas,
una regla graduada en centímetros, cartabones, algún compás
y la goma de borrar solían ser las herramientas adicionales,
que no todos teníamos, pero que sabíamos compartir.
La mayor alegría era sacar buenas notas.
«No sabía, me acabo de enterar por mi pequeño vecino,
que todo esto ha cambiado. Hay cosas fundamentales,
más allá del uniforme, la pañoleta, el lápiz, la libreta& Primero:
¡Hay que tener una buena mochila! No de esas de
hule que se rompen a los dos días. Debe ser grande, bien
fuerte, si tiene rueditas mejor y además que tenga alguna
figura fosforescente de los personajes íconos de los audiovisuales
infantiles. Los zapatos deben frisar con los modelos
y las marcas más actuales, no importa si no combinan
con el uniforme. Algunos con luces incluidas, supongo que
por si se va la luz en el aula. También existen marcas,
modelos y diferentes soportes para mantener la temperatura
en los «futuristas» pomos de agua. Si a todo esto puedes
adicionar una espectacular calculadora, un iPhone o un
tablet del tamaño de una tabla de planchar, entonces sí
dejas a todos boquiabiertos& no importa si después no
apruebas ninguna asignatura o te descubres como un verdadero
«tronco de yuca». Aun así, seguirás siendo el chico
o la chica más espectacular del aula. ¿Qué le parece amigo
JAPE?».
Amigo Floro, aunque lo que apuntas no se cumple de
manera general para todos los niños, no dejo de reconocer
que he visto a pequeños acudir a la escuela con una estampa
que más parecen escaladores turísticos que pioneros.
Lamentablemente son muchos los padres que se montan
en esta cuerda consumista. Tengo una vecina que ya se ha
gastado más de 50 CUC y todavía su hijo no ha participado
del primer matutino escolar. En las tiendas los precios
de estos implementos suelen ser altos. Quizá alguien piense
que son un lujo cuando en realidad forman parte de la
vida que también se moderniza y toma otros matices lejanos
a nuestra infancia. A los nuevos modelos de pensamiento
y desarrollo tampoco se les puede virar la espalda.
No me imagino qué hubiera logrado Aristóteles de tener a
mano un iPhone 6 o un PC I7 de sexta generación, con
memoria DDR 4. Probablemente nada, por no tener electricidad.
No se trata de botar el viejo ábaco y las antiguas
fórmulas de enseñanza. Durante todos los tiempos, y amén
del desarrollo técnico y mercantil, el saber, el conocimiento,
sigue siendo lo fundamental.