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7 de julio de 2025 01:37:29 | Edición impresa | Síguenos en: rss

La Columna

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Análisis matemático para un comienzo de curso

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Por Jorge Alberto Piñero (JAPE)

 

Ya culmina el verano, y aunque no podemos evitar que el pensamiento se enquiste en la idea de que ya debemos regresar al trabajo o a las aulas, guardamos en la memoria agradables anécdotas, nuevas historias, y sobre todo la seguridad de que este año ha hecho más calor que nunca.

Casi me derrito frente al ordenador (al que siento también sofocado) cuando disfruto (porque recordar es volver a vivir) las tantas horas de transmisión deportiva coronadas por las olimpiadas londinenses. Cierto que además de las trasmisiones por tele rebelde (el canal deportivo), los espacios dedicados a las competencias del músculo y la estrategia podían verse por cualquier otro canal, como si al pueblo cubano solo le importara el deporte& No obstante se agradece el esfuerzo realizado en aras del disfrute colectivo.

El regreso a la cotidiana vida laboral y estudiantil (aunque siempre quisiéramos estar de vacaciones) también tiene sus encantos. Según me comentaba Floro en su más reciente misiva:

Cuando era estudiante, la llegada del mes de septiembre me creaba cierta ilusión, particularmente aquel año en que comenzaba el doce grado. Ya no había nada que objetar, ni a qué temer. Ahora pertenecía al gremio de los chicos más maduros, los más grandes. Dicho en otras palabras: la debilidad de las chicas que entraban en décimo. Luego de pasar dos meses haciendo ejercicios y tomando sol, pensaba en la sorpresa que llevarían mis colegas de clase, particularmente las muchachas& y la profe de matemática.  

Desde el primer día (hacía un par de años atrás), aquella diosa de las integrales y las raíz cuadrada anunció que estaría impartiendo la difícil asignatura durante todo el nivel medio superior.

En realidad no había nada superior a ella en toda la escuela; y ella hacía más difícil toda operación aritmética con tanta dulzura y sensualidad. Llegué a pensar que tres años era suficiente tiempo para lograr impresionarla. Saqué la cuenta y arribé a la conclusión de que al terminar el pre  ya casi tendríamos la misma edad, contando con que las mujeres se restan años, mientras los hombres siempre suman.

En este análisis matemático sumergía mis más eróticas pretensiones en ese comienzo de curso escolar. Me miraba al espejo y veía en mí algo así como una mezcla de cuerpo esbelto y piel tostada, al estilo de un Chayanne, con la profunda mirada de Brad Pitt en su reciente Mátalos suavemente (Killing them softly, de 2012). Estaba listo para el ataque. Se avecinaba el otoño más feliz de mi vida.

Seré breve: Al llegar al aula no hubo chica alguna que reparara en mi bronceada piel, ni en mi nuevo luck. Seguía siendo el anónimo Floro de siempre y para colmo nos anunciaron que nuestra querida profesora de matemáticas había pedido licencia de maternidad, y que en ese curso nos impartiría clases un profesor.

Quizás no sea este recuerdo de mi amigo Floro el mejor caso para ilustrar cuántas emociones hay entre el fin del verano y el comienzo de un nuevo curso. Les aseguro que no siempre pasa igual; y si así fuera, el reencuentro con los viejos amigos, los nuevos colegas, y con hacer lo que nos gusta, vale el riesgo.