¿Existió?
¿Existió?
Cientos de veces la humanidad ha sido engañada. Digo cientos de veces, pero para ser más exacto han sido 546, incluyendo un intento fallido cuando alguien dijo que la Benjovina era una moto.
Pues bien, una de esas falacias es la que atribuye a Charles Perrault La Caperucita Roja, presuntamente escrita a finales del siglo XVII.
Miles son las versiones, parodias y paradojas nacidas alrededor de esta historia; me refiero, sin embargo, a la original, "escrita" por el francés Perrault, autor también de conocidas obras como El gato con Botas, Cenicienta, Pulgarcito, La Bella Durmiente.
Todo comenzó cuando, hojeando unos documentos, me llamó la atención una nota que hablaba del iceberg con el que había chocado el lujoso barco Titánic.
Entonces me metí de lleno en el asunto. Busqué varios volúmenes y me dediqué a una cautelosa investigación. Algunos de los textos que se encontraban en francés los cambié por ediciones en alemán porque, como es conocido mi dominio del idioma galo, no quería que se pudiera detectar cierto facilismo en mi trabajo.
Mis pesquisas dieron el siguiente resultado:
En primer orden; en los años que data la historia de La Caperucita Roja, Charles Perrault se encontraba ejerciendo el oficio de maestro de albañilería en la construcción de las columnatas del El Louvre concebidas por su hermano el arquitecto Claudio Perrault.
Este dato me parece importante pues es sabido cuán fatigosos son estos menesteres y más en esa época en que los avances tecnológicos aún no estaban a disposición del hombre, por lo que en esas condiciones era muy difícil dedicarle tiempo de investigación y creación a una obra que con posterioridad sería considerada un clásico de la literatura universal.
Suponiendo entones que le fuera posible ese sacrificio infrahumano, existen otros elementos que denuncian el fraude en toda su extensión.
Por ejemplo: En los años corrientes entre 1628 y 1703, en que vivió el autor, pude constatar que no hubo en Francia, ni en sus alrededores, niña de origen franco con características semejantes a las de la protagonista de la obra en cuestión. Ni siquiera la hija del capitán francés Luis II, Principe de Condé quien tenía en su haber la muerte de miles de españoles en las batallas de Rocroi (1643) y en Lens (1648), pues algunos le tenían por un "hombre sin madre" hecho que descarta la posibilidad de una abuela paterna para la niña.
En un bosque cercano a Chàtelleraut, un pequeño poblado asentado en las márgenes de uno de los afluentes del río Loira, en el 1704 apareció una familia campesina de origen ruso compuesta por un matrimonio y una dulce muchacha que vestía con frecuencia una caperuza de color rojo.
En un libro de asentamiento que existía en la iglesia del lugar pude recoger datos sobre la susodicha familia:
Provenientes de San Petersburgo, venían desterrados por Pedro el Grande, Emperador de Rusia; que en un principio había ordenado les ejecutaran pues la reiteración con que la niña vestía la caperuza roja despertaba cierta desconfianza en los seguidores del Emperador que finalmente acusaron a la pequeña familia de izquierdistas y revolucionarios.
Gracias a los ruegos de su esposa Catalina, conmovida por la belleza y dulzura de la niña, Pedro I decidió no quitarles la vida y obligarlos al destierro. De esta manera fueron a parar padres e hija al bosque cercano a Chàtellerault.
Sí, ya sé que podrían pensar que esta niña fue el móvil de la inspiración de Perrault, pero suponiendo que Charles haya podido conocer a esta niña rusa (como todos ustedes saben, entre París, lugar de origen del escritor y el poblado de Chàtellerault median unos 400 km) o que haya oído hablar de ella, no es posible relacionar a la niña con el marco en que se desarrolla la obra.
En su libro, Charles Perrault describe un diálogo que se produce entre Caperucita Roja y un lobo. Por investigaciones en libros de Biología de la época y otros más actuales que hablan de la fauna que poblaba estas tierras (ver Faune Francaise Siècle XVl-XVIII, Tomo II, pág 429 y World Animals Biologic, Tomo VI, Pág 251-259) pude llegar a la conclusión de que en el bosque que cobijaba a la familia desterrada sólo habitaban ardillas, liebres, zorras de lomo azul y algunos alces que emigraban de las llanuras belgas. En caso en que el autor confundiera a uno de estos animales con el de su historia hubiera caído en otro craso error pues los alces no hablan.
Terminando mi trabajo investigativo encontré que en tierras bajas de las Cuencas Amazónicas existió cierta aborigen, jefa de una secta indígena que hacía uso de una caperuza roja en los ritos que daban preámbulo a la descuartización y posterior consumo de los prisioneros. Sin tener en cuenta que la diferencia de fechas es muy grande, ya que este personaje existió en el 1885, a casi dos siglos de la desaparición de Perrault, no creo que esta criatura de la Cuenca, haya querido alguna vez a su abuela.
Quiero pues levantar mi mano indignada ante este fraude que se puede catalogar no sólo como un engaño a la humanidad, sino como una burla cruel a nuestros niños.