El Padrino
COMO seguimos en Feria Internacional del Libro, ahora
en las provincias, son días de espléndida literatura,
y me viene a la mente un título que se encuentra
entre los clásicos más conocidos en el pasado siglo.
Hablo de El Padrino, novela del escritor estadounidense
Mario Puzo (1920-1999), cuyo primer volumen
se publicó en 1969. Posteriormente, en 1972, el afamado
director de cine Francis Ford Coppola y el propio
Puzo la convirtieron en el guión de una saga cinematográfica
de notable éxito, merecedora de varios premios
Oscar.
Pienso en esta obra y recuerdo que recientemente
me llamaron así: Padrino. Fue a la entrada de una
tienda. Un joven me preguntó: «¿Qué está buscando,
Padrino?».
Lo miré detenidamente para ver si descubría en su
rostro la imagen de alguien a quien yo hubiera bautizado
años atrás, pero no me pareció conocido. Luego
pensé que se trataba de un servicio de consulta y ayuda
que ofrecía el establecimiento pero& ¿por qué llamarme
padrino? Finalmente comprendí que se trataba
de un vendedor más bien un intermediario de
los que abundan en nuestras calles. De manera automática
le respondí: «No busco nada, ahijado, gracias».
Me llamó la atención que no me dijera «Puro» o «Mi
tío», como acostumbran a decir los jóvenes a las personas
de mediana edad, a gente madura o a los
ancianos& (yo me encuentro en el primer grupo, aunque
parezca del tercero). Luego de esta primera vez,
me ha ocurrido en otras ocasiones, en distintos lugares,
casi siempre relacionados con vendedores o
«comerciantes». «¿Qué te hace falta, Padrino?», es
otra de las preguntas que me han hecho, y realmente
no me he detenido a responderles, para no estar
hablando todo el día.
No sé si se trata de un nuevo estilo de «gestión
empresarial», o quizá de una moda que deja atrás al
consabido «Puro» o «Tío». Mi preocupación estriba en
que más bien esté vinculado con la imagen que proyecto:
gordo, calvo, bajito, con espejuelos& ¿Es esa
la imagen de un padrino? ¿Me parezco a Marlon Brando?
¡Ya quisiera& yo!
Nada tengo que ver con tal denominación. En lo
referente a la religión cristiana, he bautizado a algunos
pequeños, pero ha sido más bien por seguir una
tradición familiar. Casi todos han sido primos, sobrinos
o hijos de algún amigo de la infancia. En lo referente
a la religión Yoruba, aunque la tengo cerca, no
soy practicante. Respeto todos los cultos, pero más
bien me considero ateo. Como buen cubano me
acuerdo de Santa Bárbara (Changó) cuando truena.
Me han dicho que también llaman padrino a quienes
proyectan una imagen de abundancia, de hombre
acaudalado& Puedo asegurarles que no tengo dinero
guardado en ninguna parte. Llego al día del cobro
igual que una cobra, por el suelo. Si alguien comenta
que tengo «clavados los pesos» es mi mujer, para
decirme tacaño porque no la puedo complacer en
todos sus gustos.
Si habláramos de alguna organización familiar o
mafiosa, ¡nada que ver! Adoro a mi familia, mas no
sería capaz de mandar a matar a nadie, y mucho
menos de hacerlo con mis propias manos. Ni siquiera
de niño logré estrangular a una lagartija.
Vivo rodeado de mujeres que pudieran armar una
tormenta en un vaso de agua, pero sin daños colaterales.
No obstante, y para ser sincero, mi madre
podría convocar a lo más selecto de la mafia siciliana,
a pura llamada telefónica, si tuviera esos números
en su agenda.
En fin, no se trata de crear barreras de comunicación,
pero si usted me ve por ahí, llámeme por mi
nombre, y si no lo sabe, me puede decir señor, o
mejor aún: llámeme amigo, compañero, a mí no me
molesta.